Comentario de gráficos o tablas de datos
La información histórica también se puede presentar en forma de gráficos o tablas de datos o estadísticas para su análisis y comentario. ¿Cómo debemos afrontar estos documentos? Podemos seguir el siguiente guion:
1 Encuadre y clasificación.
-Tipología del gráfico: sectores (porcentajes), lineal (evolución), barras (comparación).-Contenido de la tabla o serie estadística o gráfico: que información ofrece (ver título).
-Marco temporal y geográfico. Señalar el siglo, año y la zona afectada.
- Autor: organismo e investigador que los recopila o edita, si es que podemos saberlo.
-Tipo de fuente: casi siempre fuente secundaria.
- Naturaleza de los datos: política, económica, social…
2 Descripción y análisis del contenido.
-Realizar una descripción de la estadística (serie o tabla) o gráfico proporcionando un significado a los datos que aparecen:-Indicar los aspectos representados en cada eje, magnitudes utilizadas (kg., %, €…) y escala temporal.
-Observar si la serie temporal es o no es completa. Si está referido a uno o más países. Si está referida a un periodo de tiempo o no.
-Observar y señalar las magnitudes más llamativas: picos o máximos, descensos bruscos, estancamientos, inflexiones o cambios de tendencia, etc. y relacionarlos con los hechos históricos que los provocan.
3. Comentario histórico (respuesta a la pregunta planteada):
Explique el contexto histórico de el hecho histórico reflejado en el gráfico, relacionado con algunos de los temas del siglo XIX o XX.4. Conclusión final:
Sobre los datos podemos sacar una síntesis final, consecuencia, validez del documento como fuente histórica…
EJEMPLO:
1. Se trata de un gráfico de barras que nos muestra los valores de las fincas desamortizadas, tanto civiles como eclesiásticas en el periodo que va desde 1836 a 1867, enmarcándose estas fechas dentro de los distintos periodos de reinado de Isabel II en España. No sabemos quién es el autor u organismo que lo ha elaborado, pero se trata de una fuente secundaria elaborada a partir de un trabajo de investigación, para mostrar de forma visual un aspecto económico destacable de la época.
2. El gráfico representa en el eje de ordenadas (vertical) el valor de las fincas en millones de reales de vellón y en el eje de abscisas nos muestra el tiempo agrupados en distintos periodos y con una doble variable representada en cada periodo: en barras claras las fincas eclesiásticas y en barras oscuras las fincas civiles. En el periodo de 1836 a 1844, correspondiente a la desamortización de Mendizábal destaca el valor total de las fincas eclesiásticas expropiadas por el Estado, casi 3500 millones de reales, el más alto de todos los valores. El valor de las fincas civiles desamortizadas es bastante bajo. En el periodo de 1845-1854 se aprecia un notable descenso, correspondiente con el periodo de gobierno moderado. La desamortización se reactiva en el periodo del bienio progresista (desamortización de Madoz), superando esta vez el valor de las fincas civiles (500 millones) al de las fincas eclesiásticas. La labor desamortizadora continuará en la etapa de la Unión Liberal, del 58 al 67, destacando el valor de las fincas civiles, que llegan a casi los 3000 millones de reales.
3. Con la implantación del liberalismo se llevan a acabo las medidas que transformarán el régimen de propiedad de la tierra, pasando del régimen señorial al de la propiedad privada. Estas medidas se reflejan en el gráfico desde la subida al poder de los progresistas en 1836, con Mendizábal como ministro de Hacienda, que lleva a cabo las siguientes medidas: -Disolución del régimen señorial: la tierra pasaba a ser propiedad privada, sin conllevar jurisdicción alguna (cobro de derechos, impartición de justicia...).
-Supresión de los mayorazgos, por los que las tierras estaban vinculadas al primogénito familiar, sin que pudieran ser divididas. Con esta medida ya podían dividir y vender sus tierras.
-Desamortización, que consistía en la disolución de las órdenes religiosas no asistenciales y la incautación de sus tierras por parte del Estado para venderlas posteriormente en subasta pública, pudiendo pagarse con títulos de deuda pública. Esto queda reflejado en el alto valor de fincas eclesiásticas que se ve en el gráfico.
Se pretendía con estas medidas:
-financiar al ejército liberal, que luchaba contra los carlistas (I guerra carlista),
-recuperar deuda pública y aminorar el déficit del Estado,
-crear una base de propietarios partidarios del régimen liberal,
-y a largo plazo, mejorar la agricultura, ya que tierras que estaban en “manos muertas” pasarían a estar en propiedad de personas emprendedoras.
Las reformas, tras un breve intento de desamortización del clero secular durante la regencia de Espartero, se frenaron con los moderados, como se ve en el gráfico, pero durante el bienio progresista se da una nueva Ley Desamortizadora (1855). Promovida por Pascual Madoz, esta desamortización afectó a bienes de la Iglesia, del Estado y de los Ayuntamientos. Entre estos últimos se encontraban los bienes de propios, tierras de las que los ayuntamientos obtenían rentas a cambio de su explotación, y comunales, tierras que eran aprovechadas por los habitantes del municipio, normalmente bosques o pastos. Los objetivos eran de nuevo captar recursos para sanear la Hacienda, y financiar la construcción de la red de ferrocarril (Ley General de Ferrocarriles de 1855).
Como consecuencia de esta reforma agraria liberal la tierra se transformó en una mercancía que podía ser comprada y vendida libremente. Sin embargo, buena parte de la nobleza transformó sus antiguos señoríos en propiedades. Muchos campesinos se convirtieron en arrendatarios con contratos más inestables a corto plazo o en jornaleros con salarios determinados por el nuevo mercado de trabajo.
Los ingresos obtenidos por el Estado con la venta de los declarados bienes nacionales, paliaron a corto plazo el déficit y la deuda de la hacienda pública española, financiaron las campañas de la guerra carlista y proporcionaron apoyos a los liberales. Sin embargo, los efectos positivos de poner en el mercado una considerable proporción de tierra y ponerla en manos de propietarios más activos no logró los efectos esperados. Gran parte de los nuevos propietarios estaban más interesados en obtener beneficios rápidos y rentas seguras que en invertir en la tierra y modernizar las explotaciones agrarias. Además, tras la desamortización de las tierras comunales muchos pueblos se vieron privados de las propiedades que servían para otorgar tierras a los más pobres o para aprovechar los recursos de los montes y los pastos, y ello endureció las condiciones de vida del campesinado.
En el sur de España, la reforma agraria favoreció la concentración de la propiedad en manos de los antiguos propietarios y de los nuevos compradores (la incipiente burguesía) y no supuso una redistribución de la tierra entre los campesinos. Liberales, progresistas, demócratas y republicanos reivindicaron un reparto más justo de la tierra. Además, el “hambre de tierras” explica por qué muchas revueltas agrarias ocupaban tierras y las repartían entre el campesinado.
Otra consecuencia fue el aumento de la superficie cultivada, aumentando sobre todo el volumen de cereal cultivado (trigo, cebada...), pero también surgió una agricultura de exportación para surtir al mercado europeo: vid, olivo, cítricos...
Aunque se produjo un aumento de la producción no se hizo por el aumento del rendimiento de la tierra (productividad), sino por la gran superficie cultivada (latifundios), aunque las técnicas fueran atrasadas. El rendimiento también era bajo en los minifundios del sur peninsular, donde la superficie era destinada principalmente al autoconsumo. Otros factores para la baja productividad eran físicos: malos suelos, falta de agua para riego, climatología adversa...
Por contra, la tradicional ganadería lanar se vio reducida, por la pérdida de pastos (desamortizaciones, eliminación de privilegios de la Mesta...) y la menor demanda de lana frente al algodón. Aumentó sin embargo la cría de porcino.
Como conclusión, muchos historiadores consideran la reforma agraria, un fracaso, ya que no fue capaz de producir capitales ni mano de obra para realizar el salto industrial. Esto condujo una economía y un mercado atrasados con respecto al resto de Europa, pero la reforma permitió financiar y consolidar el proyecto liberal y aumentar la producción, aunque esto no se debiera la mejora de las técnicas, sino a la extensión de los cultivos.
Tampoco cumplió las expectativas del cambio de estructura de la propiedad, que siguió estando concentrada en manos de los grandes propietarios mientras existían una gran masa de campesinos pobres sin tierra, generando una gran conflictividad social.
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