La formación de la Monarquía Hispánica y su expansión mundial (1474-1700)

LA "UNIÓN DINÁSTICA" DE LOS REYES CATÓLICOS. LAS CARACTERÍSTICAS DEL NUEVO ESTADO

Con el matrimonio en 1469 de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón tiene lugar la aparición de una nueva entidad política: la Monarquía Hispánica. Hay que entenderla como una unión dinástica de dos Coronas, en la que cada reino siguió rigiéndose por sus leyes e instituciones, formando un Estado plural y no unitario, integrado por los territorios de Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia, que solo tenían en común a los mismos reyes.

Las leyes, la moneda, las Cortes y otras instituciones se mantuvieron diferenciadas en cada reino, así como la existencia de fronteras y aduanas. A pesar de este aparente equilibrio, el mayor peso político lo tenía la Corona de Castilla, produciéndose una "castellanización" de la monarquía a lo largo de los siglos XVI y XVII.

Las características del nuevo Estado:
  • Imposición de la autoridad real a la nobleza y el clero, que mantuvieron su poder e influencia en la sociedad a cambio de su sumisión política.
  • Creación de una serie de instituciones que sustituyen al poder feudal y afirman la autoridad real:
    • Un ejército permanente en el que la nobleza, apartada de la política, conservó el mando.
    • Un cuerpo de embajadores atendía los asuntos diplomáticos en el exterior.
    • Los corregidores, delegados del poder real en villas y ciudades, con funciones judiciales y de orden público.
    • Constitución de la Santa Hermandad. Organismo policial y judicial, que ejercía también una importante labor en la recaudación de impuestos.
  • Reformaron otras instituciones como:
    • El Consejo Real, ocupado ahora por personas competentes de la baja nobleza y la burguesía frente a la antigua nobleza.
    • Las Cortes perdieron peso, sobre todo en Castilla.
    • Creación de Audiencias y Chancillerías (Valladolid, Sevilla, Santiago y Granada) para la administración de justicia.
  • En la Corona de Aragón se mantuvo el mayor peso de las Cortes y la figura del Justicia Mayor, que arbitraba entre el rey y sus subditos, pero se instituyo la figura de un lugarteniente del rey, más tarde denominada Virrey
  • La corte no tenía un capital fija, sino que se desplazaba por todo el territorio.
  • Se buscó pacificar los conflictos sociales por medio de la uniformidad religiosa, decretando la expulsión de los judíos y forzando la conversión de los musulmanes (decreto de 1502).
1492: CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LOS HECHOS MÁS RELEVANTES 

1492 es un año clave para la Monarquía Hispánica, ya que tienen lugar tres grandes acontecimientos: la conquista del reino de Granada, la expulsión de los judíos y la llegada a América.
  • La conquista del Reino de Granada: Unidas las dos Coronas, la necesidad de consolidar un Estado fuerte pasaba por la unificación territorial y para ello era necesaria la conquista del Reino de Granada, contra el que se iniciaron hostilidades hasta que fue definitivamente anexionado a la Corona de Castilla en 1492. Con esto se canalizaban también las ansias guerreras y de conquista de la nobleza hacia unos fines beneficiosos para la monarquía, y se eliminaba el peligro turco y de la piratería berberisca que se estaba extendiendo por el mediterráneo. Esto consolidó territorialmente al Estado y permitió la expansión exterior. A pesar de que las capitulaciones permitían la continuidad de las costumbres y religión musulmana, se inició un proceso de ocupación cristiana que produjo conflictividad social, llegando a decretarse la conversión forzosa al cristianismo. Esto tendrá como consecuencia el problema de los "moriscos", convertidos, pero que conservaban sus costumbres y profesaban en secreto su religión.
  • La expulsión de los judíos: La imposición de la fe católica fue vista por los monarcas como la manera de integrar y unificar a la totalidad de la sociedad de sus reinos. Para ello se decretó la expulsión de los judíos que no aceptaran convertirse al catolicismo (marzo de 1492). Afectó a unas 150000 personas en Castilla y 30000 en Aragón, cuyas propiedades fueron confiscadas; unas 50000 personas aceptaron el bautismo, dando lugar al problema de los "falsos converso", que fueron ferreamente perseguidos por la inquisición.
  • La llegada a América: Las causas de que fuera la monarquía de los Reyes Católicos la que emprendierá este descubrimiento y conquista podemos resumirlas en:
    • Gran tradición marinera y avances técnicos en la navegación (carabela, brújula, astrolabio...).
    • Rivalidad con Portugal en la búsqueda de rutas comerciales a oriente (oro, especias...). El control de la ruta africana por los portugueses obliga a Castilla a la alternativa por el Atlántico.
    • Finalización de la reconquista, pero continuidad del ansia de tierras y conquistas por parte de la nobleza.
En cuanto a las consecuencias:
    • Se produce la expansión de la cultura y lengua castellana, así como la religión católica en el ámbito hispanoamericano.
    • La apertura de nuevas rutas comerciales y la llegada de nuevos productos (patata, tomate, cacao, maíz, tabaco...) y metales preciosos. 
    • Lo anterior llevará consigo una gran subida de precios en Europa.
    • Se produce la emigración de contingentes europeos a América y el mestizaje con la población indígena.
    • Descenso de la población indígena provocado por la llegada de los españoles: enfermedades transmitidas, dureza en las condiciones de trabajo, guerras de conquista...
    • Políticamente supone la formación de un gran Imperio y el inicio de la hegemonía hispana en la política mundial.
POLÍTICA TERRITORIAL

Para los Reyes Católicos la consecución de un Estado fuerte pasaba por la unificación de los territorios peninsulares. Así Castilla pasó a conquistar el reino de Granada y más tarde, muerta ya la reina Isabel, se anexionó el reino de Navarra. 

En el exterior, realizaron una hábil política matrimonial que los vinculó con el Imperio Alemán, Inglaterra y Portugal. Los enfrentamientos con Francia provocaron la recuperación para Aragón del Rosellón y la Cerdaña, así como la conquista de Nápoles. En el Mediterráneo se ocuparon plazas fuertes frente al avance musulmán, como fueron Melilla, Orán, Trípoli... Otra línea de avance fue hacia el Atlántico, con la ocupación definitiva de las Canarias, base fundamental para la conquista y colonización de América, comenzada también en esta época.
LOS IMPERIOS TERRITORIALES DE CARLOS I Y FELIPE II. PROBLEMAS EXTERIORES E INTERIORES 

Con Carlos I de España y V de Alemania comienza en 1516 el reinado de la dinastía de los Habsburgo o casa de Austria , que durará hasta el año 1700. Su herencia era inmensa ya que por parte de su madre Juana "la Loca" es rey de las Coronas de Castilla y Aragón, con los territorios de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Rosellón, la Cerdaña, enclaves en el norte de África (Melilla y Orán), Canarias y América; por parte de su padre, Felipe "el Hermoso", recibe el archiducado de Austria y los dominios de los Países Bajos, el Franco Condado y Luxemburgo, así como los derechos al título de Emperador.
Fuente: blogs.ua.es
En 1556 el emperador abdicó en su hijo Felipe II, a quien cedió la Corona y todos sus territorios, salvo los dominios del archiducado de Austria y los derechos al título imperial, cedidos a su hermano. Felipe II incorporó en 1580 Portugal a la Corona, haciendo valer sus derechos como hijo de Isabel de Portugal. A diferencia de su padre, Felipe II (1556-1598) fue un monarca dedicado a las cuestiones de su reino, resolviendo los asuntos con el apoyo de sus secretarios. Apenas viajó y estableció la capitalidad en Madrid. Mantuvo la idea de defensa del catolicismo y heredo a los enemigos de su padre en Europa.

Con estos dos monarcas la Monarquía Hispánica se convierte en la potencia hegemónica mundial gracias a la gran extensión territorial, heredada por Carlos V y a su gran capacidad financiera debido a los metales preciosos procedentes de las colonias americanas. La política imperial de ambos reyes estuvo unida a la defensa del catolicismo. Esto les hizo enfrentarse a los países protestantes, especialmente los príncipes alemanes, Inglaterra y Holanda, y con el peligro que suponía en el Mediterráneo el Imperio Otomano. El otro gran enemigo de la monarquía fue Francia. Internamente ambos monarcas tuvieron que enfrentarse a problemas, como las revueltas de las comunidades y germanías (Carlos V), o la rebelión de los moriscos (Felipe II). Finalmente, la Monarquía no pudo soportar este enorme esfuerzo, provocando la bancarrota y su entrada en crisis en el siglo XVII.

PROBLEMAS EXTERIORES:

La lucha contra los protestantes 

La ruptura de la unidad católica, como consecuencia de la reforma religiosa denominada protestante, fue el principal problema de la monarquía de Carlos I. El fraile agustino de origen alemán, Martín Lutero, había pedido la reforma de la Iglesia en las 95 tesis, donde criticaba algunas de sus prácticas. Para hacer frente al problema se convocó la Dieta de Worms (1521), que presidió el emperador y en la que se pidió a Lutero su retractación, pero este se negó y se puso bajo la protección de Federico de Sajonia. Al poco tiempo, el protestantismo fue adoptado por diversos príncipes alemanes y en Flandes. También la Inglaterra de Enrique VIII se separó de la obediencia de Roma. 

Carlos I, como defensor de la Iglesia, se enfrentó al protestantismo en dos ámbitos: el político-militar y el religioso. El emperador derrotó a la liga de los príncipes protestantes en la batalla de Mühlberg (1547), pero no acabó con el problema. El papa Paulo III convocó en 1545 el Concilio de Trento (Italia), donde los teólogos españoles contribuyeron a la reacción católica frente al protestantismo. Al fin se llegó a la Paz de Augsburgo (1555), en la que los protestantes consiguieron que cada príncipe pudiera elegir la religión de sus Estados.

Los enfrentamientos con Francia e Inglaterra 

Carlos I y Francisco I de Francia se enfrentaron por el dominio de los reinos y ducados de Italia, fundamentalmente el Milanesado, y por el control de los territorios de Flandes y Borgoña. En una primera fase, las tropas de Carlos I ganaron la batalla de Pavía en 1525. 

Durante el reinado de Felipe II, los conflictos con Francia continuaron hasta que se produjo la victoria de los tercios españoles en San Quintín (1557) y la firma de la Paz de Cateau-Cambresis (1559). En las guerras de religión que se produjeron en Francia, Felipe II apoyó a los católicos frente a los hugonotes (protestantes calvinistas). 

Inglaterra había sido, desde el reinado de los Reyes Católicos, aliada de la Corona española frente a Francia. Pero la reina Isabel I (1558), de religión anglicana, apoyó a los protestantes de Flandes y protegió a los corsarios (Hawkins y Drake) que atacaban los barcos españoles. Felipe II decidió enfrentarse a Inglaterra y preparó una gran flota para atacarla (Armada Invencible). La expedición fue un desastre y la Invencible regresó diezmada y vencida (1588). 

El dominio del Mediterráneo 

El Imperio otomano era una gran potencia en el Mediterráneo oriental desde la ocupación, de Constantinopla (Estambul). En el mar, los turcos practicaban la piratería para obtener botines y, sobre todo, esclavos. Para dominarlos, Carlos I lanzó con éxito un ataque contra Túnez (1535), pero fracasó en la conquista de Argel (1541). 

Durante el reinado de Felipe II, que coincidió con el máximo esplendor turco bajo Solimán el Magnífico, los otomanos amenazaron todo el Mediterráneo al apoderarse de Chipre y Túnez. Ante ello, se coaligaron la monarquía hispánica, Venecia y el Papado (Santa Liga) y armaron una gran-escuadra. El enfrentamiento tuvo lugar en el golfo de Lepanto (1571) con una gran victoria cristiana, que alejó el problema turco del Mediterráneo occidental durante años. 

La rebelión de los Países Bajos

La guerra en los Países Bajos fue el mayor problema de Felipe II. Se originó por el descontento ante los fuertes impuestos, por el surgimiento de un sentimiento nacionalista y por el conflicto religioso, al extenderse el calvinismo en la zona norte. La primera rebelión se produjo en la región de Flandes, en 1566, y contó con el apoyo de Francia e Inglaterra, deseosas de minar el poder de la Corona española. Al frente de los rebeldes estuvieron los condes de Horn y de Egmont y, después, Guillermo de Nassau, príncipe de Orange. Felipe II envió a los tercios con sus mejores generales, el duque de Alba, Luis de Requesens, Juan de Austria y Alejandro Farnesio, que ejercieron una dura represión. 

Finalmente, en 1579, el sur de los Países Bajos, católico, aceptó la obediencia a Felipe II, pero el norte, las futuras Provincias Unidas de Holanda, mayoritariamente calvinistas, continuaron la lucha por la independencia. La rebelión nunca fue controlada y Felipe II acabó designando a su hija Isabel Clara Eugenia, gobernadora con derecho a sucesión. Pero al no tener esta descendencia, los Países Bajos revirtieron a la Corona española en el siglo XVII, y se reabrió el conflicto.
Una serie sobre la figura del emperador:
Incluso aquí tenéis un juego, pero mejor que estudiéis:
CONFLICTOS INTERNOS:

Comunidades y germanías

Recién comenzado el reinado de Carlos I se produjeron levantamientos de las Comunidades y de las Germanías, que presentaron el carácter de revueltas políticas, pero también tuvieron un fuerte componente social yantiseñorial. 

Las Comunidades (1520-1522) surgieron en Castilla donde las Cortes reclamaron a Carlos I más atención a los asuntos del reino, pero el monarca solo las convocó para pedir dinero para su coronación como emperador y en 1520 marchó hacia Alemania en medio de un malestar creciente. Una serie de ciudades (Toledo, Segovia, Ávila, Burgos) se sublevaron contra la monarquía, se constituyeron  gobierno del reino y ofrecieron la Corona a la madre de Carlos I, la reina Juana. Pero los comuneros fueron vencidos la batalla de Villalar (1521) y sus dirigentes ejecutados,  aunque Carlos I cambió la orientación de su gobierno en Castilla: prescindió de los extranjeros en el gobierno de este reino y, a partir de entonces, se convirtió en el eje de la monarquía. 

Las Germanías, en Valencia y Mallorca, fueron una revuelta de la burguesía artesana de las ciudades, a la que se le unieron grupos de campesinos, contra la oligarquía ciudadana, la nobleza y el alto clero. Pedían la democratización de los cargos municipales, la mejora de los arrendamientos agrarios y la protección del monarca frente a los abusos de los poderosos. Carlos I se alió con la nobleza y los agermanados fueron derrotados en 1521. 

La rebelión de los moriscos

Los moriscos, muy numerosos en Valencia y en el antiguo Reino de Granada (unos 320000), tenían una situación cada vez más difícil: despertaban recelos por su lengua y sus costumbres, se les acusaba de connivencia con los ataques berberiscos y turcos en las costas mediterráneas, se les sometía a onerosos impuestos como el de la seda y se les expropiaban progresivamente las tierras que cultivaban. En 1566, bajo el reinado de Felipe II, un decreto les prohibió el uso de su lengua, su forma de vestir y sus tradiciones. Intentaron negociar con el rey para conservar su estatus tradicional a cambio de dinero, pero la Corona rechazó la propuesta. En respuesta, los moriscos andaluces, dirigidos por Aben Humeya, protagonizaron una insurrección en 1568 que se extendió por Las Alpujarras. La revuelta fue sofocada casi dos años después (1570) por Juan de Austria, hijo natural de Carlos I, y los moriscos fueron completamente sojuzgados. Ya con Felipe III se decretará su expulsión (1609).
La lucha contra la herejía

Durante el reinado de Felipe II, la defensa del catolicismo se convirtió en un eje esencial del gobierno. Para impedir la expansión de las ideas protestantes se promulgaron leyes para prohibir la importación de libros y los estudios en el extranjero. La Inquisición perseguía a cualquier sospechoso de herejía, especialmente a los musulmanes convertidos (moriscos).

Los conflictos con Aragón

En ocasiones, la represión de la disidencia religiosa se utilizó como castigo a cualquier forma de oposición a la autoridad real. Este fue el caso del secretario de Felipe II, Antonio Pérez, quién, implicado en un complot político, huyó a Aragón, de donde era originario, y reclamó la protección del Justicia de Aragón, Juan de Lanuza. Este se negó a entregarlo, aduciendo que los ciudadanos de Aragón tenían el derecho a ser juzgados por los tribunales de ese reino. Felipe II acusó de herejía a Antonio Pérez ante la Inquisición, único tribunal común a todos los reinos. Aun así, el Justicia, apoyado por las autoridades de Zaragoza, se negó a entregarlo. Felipe II, violando los Fueros de Aragón, envió un ejército que puso fin a la sublevación y ajustició a Lanuza .

POLÍTICA RESPECTO A AMÉRICA EN EL SIGLO XVI Y SUS CONSECUENCIAS PARA ESPAÑA, EUROPA Y LA POBLACIÓN AMERICANA
POLÍTICA RESPECTO A AMÉRICA

Las tierras conquistadas fueron incorporadas a la Corona de Castilla, que financió el descubrimiento y controló su colonización. Las Indias copiaron la organización institucional castellana: se instauraron el municipio y el virreinato, mientras las audiencias se encargaban de las funciones judiciales y de gobierno. Se fundaron dos virreinatos, el de Nueva España al Norte, y el del Perú, que se extendía por América del Sur. Dentro de los virreinatos se crearon las gobernaciones y los virreyes y los gobernadores tenían los máximos poderes en sus territorios. Al mismo tiempo se desarrolló una legislación para la organización de los nuevos territorios (Leyes de Indias). En el año 1524 se creó el Consejo de Indias para encargarse de los asuntos de los nuevos territorios.

La primera recopilación fue la de las Leyes de Burgos (1512), que respondían al deseo real de evitar los abusos de los colonos prohibiendo la esclavitud, pero obligando a los indígenas a trabajar para los colonizadores. Aunque, en teoría, los indígenas eran libres y súbditos de la Corona, en la práctica, acabaron sometidos mediante formas semifeudales de explotación. Las disposiciones de la Corona para evitar los abusos sobre la población, como las Leyes Nuevas de Indias (1542), fueron incumplidas de forma sistemática, a pesar de las denuncias, como las del padre Bartolomé de las Casas. La corrupción y la explotación de los indígenas fueron, desde el principio, rasgos destacados de la administración en América.La corrupción y la explotación de los indígenas fueron, desde el principio, rasgos destacados de la administración en América.

Las tierras y las minas fueron las principales fuentes de riqueza. Las tierras fueron repartidas entre los colonizadores, a los que se les entregaba una finca y un grupo de indios. De esta manera surgieron las encomiendas, muy difundidas en Perú y México. El indígena era encomendado al colono y, a cambio de una teórica protección, quedaba obligado a pagar tributos y a trabajar forzosamente para el encomendero. Las minas eran propiedad real y su explotación se concedió a particulares, que también podían utilizar el sistema de la encomienda para su explotación, pero fue más común la mita: trabajo forzoso de los indígenas, que se articulaba en forma de sorteos que obligaban a cada comunidad indígena a aportar un grupo de trabajadores.

Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla y, en general, para la Corona, que controlaba el tráfico comercial mediante la Casa de Contratación en Sevilla, y se reservaba la quinta parte (quinto real) de todo el metal precioso (oro, plata), y un gravamen del 7,5% sobre todos los productos importados o exportados. El oro y la plata resultaron las mayores riquezas que se extrajeron de América. Las minas más importantes fueron las de plata y se encontraban en Bolivia (Potosí) y en México (Zacatecas). 

El comercio fue el sector que conoció un mayor desarrollo a lo largo del siglo XVI, gracias a la explotación del Nuevo Mundo. Castilla suministraba trigo, vid, aceite, ganado, vestidos, armas, etc., y de América llegaban, fundamentalmente, oro y plata, pero también productos agrícolas hasta entonces desconocidos como el maíz, la patata, el cacao, el tabaco y el cacahuete. 

El monopolio del comercio americano se otorgó al puerto de Sevilla, del que partían o llegaban todos los barcos de la ruta americana. En 1503, la Corona creó la Casa de Contratación de Sevilla para controlar el tráfico de personas y mercancías y asegurarse la recaudación de los tributos reales. Los viajes a América se organizaron mediante un sistema de flotas, buques que navegaban reunidos para darse mutua protección. Se realizaban dos expediciones al año (ida y vuelta) y este sistema permitía controlar el comercio americano y protegerse de los ataques de los piratas ingleses y holandeses. 

La enorme afluencia de oro y plata provocó un aumento espectacular de los precios (400 %) en el territorio castellano, al aumentar el dinero en circulación sin incrementar la producción, y dio lugar a un fenómeno conocido como la revolución de los precios. El elevado endeudamiento de la Corona española para financiar, primero, la expansión y, después, el mantenimiento del Imperio hizo que gran parte de este tesoro se gastara con tanta rapidez como había sido adquirido. Los banqueros alemanes y genoveses facilitaron el capital para equipar a la armada y al ejército, y recibieron, en pago, la mayor parte del tesoro americano. 

Los efectos dinamizadores del oro y la plata en la economía castellana resultaron escasos, ya que la riqueza que no acabó en manos de los banqueros extranjeros fue invertida improductivamente en joyas o bienes de lujo importados. En definitiva, el enorme flujo del comercio americano no sirvió para transformar la estructura económica de Castilla. Mientras, en la Corona de Aragón y en los puertos del Mediterráneo, el comercio decayó debido a la presencia turca.

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto de signo religioso, al oponer a protestantes y católicos, pero también resultó una pugna política contra el dominio en Europa de los Habsburgo austriacos y españoles. La guerra se inició con la rebelión protestante de Bohemia, en el Imperio de los Habsburgo austriacos. España acudió en su auxilio y los protestantes fueron derrotados en 1620. La contienda afectó también a Flandes (fin de la tregua de los 12 años en 1621), donde los tercios españoles obtuvieron algunos éxitos como la rendición de Breda. 

Dinamarca y  Suecia acudieron en ayuda de los protestantes de Alemania, pero la alianza fue derrotada por los tercios españoles. La guerra cambió de signo cuando Francia decidió participar directamente en la ofensiva, en 1635, apoyando a los protestantes. Los enfrentamientos se desarrollaron, sobre todo, en Flandes y en el norte de Francia, con derrotas francesas pero también con la de los tercios españoles en Rocroi (1643).

Los contendientes, agotados por la larga guerra y con el centro de Europa devastado, entablaron conversaciones de paz que culminaron en los Tratados de Westfalia (1648), donde se acordó que los intereses de los Estados y su religión prevalecerían sobre los del antiguo Imperio germánico. En 1650, España reconoció la independencia del territorio norte de Flandes, que pasó a llamarse Provincias Unidas de Holanda, gobernadas por la casa de Orange. Después de Westfalia, la guerra con Francia continuó y no acabó hasta la Paz de los Pirineos (1659), en la que la monarquía española cedió a Francia los territorios que poseía al Norte de los Pirineos (Rosellón y la Cerdaña), con lo que quedó la frontera establecida en la propia cordillera pirenaica y se hizo patente la hegemonía francesa y el declive de la monarquía hispánica.

LA FIGURA DE LOS VÁLIDOS. PROYECTOS DEL CONDE-DUQUE DE OLIVARES 

En el siglo XVII los reyes de la dinastía de Habsburgo son conocidos como los Austrias Menores, debido a la pérdida progresiva de la hegemonía en Europa y a la decadencia económica, social y política de la Monarquía Hispánica. Los reyes renunciaron expresamente al ejercicio del gobierno y lo depositaron en manos de ministros en los que delegaban su poder: los validos.  Estos controlaban a su vez al resto de instituciones colocando en ellas a personas de su confianza o familiares.
De entre estos destaca la figura de Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV (1621-1665), cuyo gobierno se caracterizó por el autoritarismo y la centralización, pretendiendo integrar todos los reinos en un solo Estado con las leyes e instituciones de Castilla, avanzando hacia el modelo absolutista. Ante los enormes gastos que estaba suponiendo la Guerra de los Treinta Años propuso la contribución de todos los territorios al esfuerzo de la guerra, y creó la Unión de Armas por la que todos los reinos y virreinatos debían aportar hombres y dinero. Sus exigencias no tuvieron en cuenta la capacidad real de los territorios y provocaron malestar y revueltas, como las de Cataluña y Portugal. 

REBELIONES DE CATALUÑA Y PORTUGAL

La revuelta en Cataluña se originó cuando Olivares, en plena Guerra de los Treinta Años, abrió un frente militar contra los franceses en los Pirineos, lo que obligó a los catalanes a alojar a las tropas y a contribuir al gasto militar, a pesar de que las Cortes de 1626 se habían negado a pagar el subsidio demandado. Esto, junto a los desmanes cometidos por los soldados reales, provocó una rebelión con la entrada de segadores armados en Barcelona durante el Corpus de Sangre (7 de junio de 1640). 

La revuelta se generalizó en Cataluña y tuvo el apoyo de Francia; incluso se llegó a nombrar conde de Barcelona al rey francés Luis XIII (1641) y se pretendió integrar el Principado de Cataluña en la Corona francesa. La lucha fue larga y duró una decena de años. Finalizó en 1652 con la rendición de Barcelona al ejército real, que estaba al mando de Juan José de Austria. 

En el mismo año 1640 se produjo la rebelión de Portugal, que proclamó rey al duque de Braganza, emparentado con la antigua casa de Avis, que había reinado en Portugal antes de su anexión a la corona hispana por Felipe II en 1580. Los sucesores de Felipe II habían intervenido cada vez más en aquel 
país con el propósito de anexionarlo totalmente a Castilla. Pero los portugueses no querían permanecer unidos a la Corona hispánica, entre otras causas porque la unión les había enemistado con Inglaterra y Holanda, que atacaban sus colonias, lo que les provocaba grandes pérdidas económicas. Así pues, la rebelión, a la que se unieron las colonias portuguesas, dio lugar a una larga guerra que duró hasta 1652, en la que Portugal logró la independencia de la Corona castellana, que no fue reconocida hasta 1668 por el Tratado de Lisboa.

El siglo XVII se caracterizó en Europa por una crisis generalizada en lo económico y social, con pestes, malas cosechas, guerras... En los territorios hispánicos la crisis fue todavía más profunda. 

En lo económico, la agricultura se caracterizó por las malas cosechas, y el comercio y artesanía habían sufrido la revolución de los precios y la competencia extranjera. La Hacienda estaba en una situación catastrófica debido a los gastos de las guerras y de una Corte que vivía en el lujo. Además empezó a descender la llegada de metales preciosos de América (de más de dos millones de kilos de plata a finales del XVI a poco más de 400 000 a mediados del XVII). A pesar del aumento de los impuestos, la devaluación de la moneda o la emisión de deuda pública, el Estado estaba prácticamente en bancarrota.

Lo anterior evidenciaba también un modelo social que impedía el desarrollo económico, ya que la mentalidad aristocrática imposibilitaba la inversión en empresas productivas de las riquezas que se obtenían de América. Esta riqueza se invirtió por el Estado en las guerras por el mantenimiento del Imperio  y por los particulares en tierras, casas o lujos. El trabajo tuvo una mala consideración y nobles, hidalgos y los que pretendían equipararse a ellos,  aspiraban a vivir de las rentas o al triunfo en la aventura americana.

En cuanto a la demografía, la población pasó de 8,5 millones en 1600 a 7,5 en 1700 (en el resto de Europa hubo estancamiento de población en general). Las causas del descenso están en le flujo migratorio hacia América, las bajas provocadas por las guerras, la expulsión de los moriscos y las epidemias.

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